El bosque estaba ahí, esperándome
como siempre, impaciente. La luna iba haciendo su
camino y faltaban pocas horas para su absoluta redondez. Y mi alma también
estaba llenándose de las llamadas ancestrales de mis antepasados. Y al lucir la
luna llena en el cielo, mi cuerpo volvió a su primigenia forma. Mi corazón se
inundó de la fuerza y plenitud animal. Salí corriendo, saltando por la ventana.
Por el camino, se cruzó la hija adolescente del vecino, y fueron mis primeras
sangres. Estaba sediento, un mes sin beber. Y el bosque me acogió benévolo,
amable. Era mi hogar, y desde siempre, el de mi familia
Relat enviat al Concurso Relatos en cadena, en que cada nou relat ha de començar amb la darrera frase del relat guanyador de la setmana anterior. Relats de 100 paraules
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